Médium de nacimiento, clarividente, videncia natural, videntes en Barcelona
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Retrocedo en el tiempo del recuerdo de una visión. Ante mí tenía
un ser de facciones dulces, que me sonreía. Era en la época en que ya conectaba
con seres de luz... Radiaba toda su silueta, energía dorada y blanca, su paz,
serenaba mi alma y su energía colmaba todo mi cuerpo. Era uno de tantos
maravillosos días en que el maestro venía a visitarme, por entonces ya no
sentía desasosiego o temor, sino que era el amigo y confidente que me socorría,
cuando estaba atribulada. En actitud familiar, le pregunte: ¿Ser médium es un
regalo de Dios? (Recuerdo que en ciertos países sudamericanos se les llama a
los médiums “hijos de Dios”, y formulé la pregunta supongo para saber si éramos
más hijos de Dios, que el resto de los humanos.) Como adivinando mis
intenciones, el maestro me respondió: “Es un regalo del Padre, a los
“zoquetes”, a las almas muy viejas, que no consiguen alcanzar la evolución por
sí mismas, por Amor-
Misericordia, les concede la mediumnidad, para que basen
sus conocimientos y experiencias en la Tierra, pero tengan acceso a los niveles
superiores, y a la percepción de las maravillas espirituales, sintiéndose así
entre dos mundos, puedan dirigir toda su voluntad al crecimiento interior. Ya
llevaba años trabajando en ello y por eso la explicación del maestro la
encontré muy convincente. Bañada aún en su aura, con la serenidad y la paz que
de ella percibía pude pensar en el tema... conjeturas tales como... ¿Zoquetes
de la humanidad? ... Amor-Misericordia, Voluntad, son términos que el Maestro
usaba con frecuencia y entendía su significado pero... “Zoquete” nunca hasta
entonces lo había usado, cerré los ojos y ante mí aparecieron a velocidad
vertiginosa, escenas de mi propia vida, y como si otra yo, de otros tiempos,
mujer u hombre, no sé, me fuese indicando mis errores... Con tal visión, podía
ver que aquellas cosas de las que culpaba a los demás, y que me habían hecho
tan desgraciada, haciéndome recorrer ríos de lágrimas, no eran sino mis propios
errores, una forma distorsionada de comprender y entender la vida. ... Sí... no
eran los otros los malvados, si no que todo estaba bajo el prisma mental con
que yo conceptuaba las cosas... Toda situación, producía un efecto que yo
traducía “desgracia” o “victima” pobrecita de mí, que desgraciada soy... pero
si iba, al principio del hecho, analizándolo no desde el efecto, sino desde las
causas, allí estaba yo, con mi rigidez mental, desde mi serenidad, prejuzgando
las cosas o actitudes, antes de que se me realizaran, o sea la actitud mental
que adoptaba, era la que luego se volvería contra mí, siendo los demás solo el
espejo en que cristalizaba mis experiencias.
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