Bueno tenía que marchar o el Rey enviaría alguien más a cumplir su trabajo. quizá cuando el Rey supiese que no acumulaban oro, ni otras riquezas materiales les dejaría en paz, ¿si realmente pensaba así... porque entonces se sentía un Judas? Aquel mismo amanecer abandonó a sus hermanos y partió hacia el Rey. Al paso que en el midi-francés, veía ataques y desgracias... pueblos enteros arrasados, sus habitantes despojados de sus bienes y reducidos por la miseria, sólo por haber cobijado a los herejes. ¿Cómo podía el Rey hacer esos desmanes? Seguro que era cosa de algún noble exaltado y el Rey no sabía nada de ello, tenía que llegar pronto e informarle, y así evitar esa injusticia. Al llegar a la corte, fue grande su decepción al saber que el Rey en persona seguía lo que llamaba la rebelión de los herejes, estos no reconocían su soberanía, ¡y tal osadía la iban a pagar con sus vidas! Ahora ya no quería apropiarse sólo de sus bienes, ¡si no que quería exterminarlos! Sin apenas escucharle le mandó a formar parte de una legión de soldados, cuya única misión era exterminar, sin distinción ni de mujeres, niños o ancianos, nobles o plebeyos, de ellos no debía quedar nada. Así con el alma rota emprendía nuevamente camino a Montsegur, esta vez la deslealtad a su Rey egoísta y caprichoso, hizo eco en su cabeza, sí llegaría con los soldados, y los situaría de tal modo que quedase la salida secreta sin vigilancia, y de noche sus hermanos, podrían escapar... eso propuso, solo al subir la sagrada montaña al prior.

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 Este reunió a todos los hermanos y delante de él les contó la situación, aceptar la rendición sería alcanzar la vida eterna, aunque fuesen víctimas de la salvajada inquisitoria, todos votaron quedarse, nadie quería irse. ¿Acaso no comprendían lo que les esperaba? Acordaron que en la próxima luna nueva, aprovechando la oscuridad, saldrían por el pasadizo secreto al menos tres hermanos, serían los encargados de llevar ¿...? (no se lo que debían trasportar) a tierras seguras. Los caballos debían ser resistentes, pues tendrían que atravesar los pirineos, hasta su destino, sin pararse en ningún lugar, para no ser reconocidos. No entendía como podían morir por su fe, eran personas como él. ¿Acaso no amaban su vida?