La magia, como todas las ciencias, requiere indudablemente condiciones muy especiales y las personas que se dediquen a su estudio y conocimientos. Por esto es conveniente hacer un examen detenido de las facultades que uno posee, a fin de lograr el fruto apetecido en cuantos trabajos se practiquen.
En primer lugar se ha de tener verdadero deseo y vocación, pues de no ser así, es inútil que se proponga conseguir nada, puesto que tomará el asunto por mero pasatiempo y no pondrá toda su voluntad y energía en los trabajos que realice.
En segundo lugar, se necesita que se ponga grande atención en preparar bien todo aquello que se proponga hacer, pues cualquier detalle que falte o distracción que tenga, ha de redundar en perjuicio de la obra misma, exponiéndose a no lograr el resultado que se busca. También se precisa un estudio constante de las cosas naturales, para poder llegar, por medio de su investigación al verdadero conocimiento de lo sobrenatural, que es el fin y objeto de las artes mágicas.
Otra de las cosas que se han de tener muy en cuenta, es que por ningún concepto debe revelarse a nadie que no sea adepto en estas ciencias, las cosas sobrenaturales que llegue a conocer.
Con lo dicho bastará para que cada uno pueda juzgar si se halla bien dispuesto y si posee las cualidades que se requieren, pues siendo así, y teniendo valor y temeridad, logrará cuanto quiera. Pero en cambio, si le falta la fe o el valor, o si no pone toda su voluntad en los trabajos, entonces, no debe esperar ningún resultado positivo, exponiéndose en cambio a que le suceda lo que menos espere.
El verdadero mago deberá ser, por lo tanto, estudioso, discreto y constante en sus trabajos; deberá muy especialmente poner toda su fe y voluntad en cuanto haga, teniendo resignación cuando se le origine alguna contrariedad, o no consiga en absoluto lo que busque.
No siempre los espíritus se muestran propicios para acudir a las invocaciones de los mortales, y a veces es necesario repetir el llamamiento conjurándolos de nuevo a presentarse y obligándolos, si no acuden, con algún talismán o amuleto que posea el suficiente dominio sobre ellos.
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